Cuando
esa sensación se apodera de todo tu cuerpo y lo va recorriendo rápido pero
intensamente, de los pies a la cabeza, de la cabeza a los pies, una y otra vez,
sin parar, sin pausa. Hasta que llega el momento en el que respiras hondo,
mucho más de lo que nunca habrías imaginado,
cuando sientes que tu pecho va a estallar, que no puede más, cuando
sientes que en tus pulmones no cabe más oxígeno, cuando sientes que no eres el
amo de tu cuerpo, todo ese oxígeno en una carcajada tras otra, no puedes parar,
no puedes dejar de reír y reír. Te llevas la mano a la barriga que te sientes
tan bien que te duele. Sólo por esa sensación, merece vivir, levantarse todos
los días. Ese justo momento en el que no puedes ver otro color que no sea el
rosa, ves la vida de otra manera más optimista, ves arco iris por todos los
lados, sientes que tu cuerpo esta relajada y bien. Tu mirada se vuelve dulce,
optimista y llenos de ilusión y fuerza. Sólo por ese momento de risa y sonrisa
merece la pena levantarse todos los días.
La
risa es la mejor droga que hay, y la más sana.
Compartida la vida es más.
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