domingo, 27 de julio de 2014

Solo quiero un minuto más.

Y ella.. volvió a hacerlo. Después de estar medio año sin él, a prueba de él, fue verle y perder todo lo que había ganado. Lo intentó, intentó por todos los medios alejarse, huir, marcharse y poner tierra de por medio, pero volver acabó con ella. El amor siempre pudo con ella, y ese chico fue su mayor droga. En este tiempo, consiguió dejar el alcohol, las drogas y las autolesiones, pero nunca logró olvidarle. Ya no sé si fue amor o obsesión lo que acabó con ella, pero está claro que ya no puede remediarlo. Necesita salir de ahí, sacar de su cabeza lo que su sonrisa le hace sentir cada vez que le ve.. pero, ¿quién puede controlarlo? Nadie es capaz de evitar que un escalofrío recorra todo tu cuerpo lentamente cuando ves a la persona que quieres, ni que un calor extraño se apodere de ti, ni si quiera puedes manejar las ganas insaciables que tienes de besar esos labios, sus labios, aunque sepas que no debes hacerlo.. en ese sentido, nadie es dueño de sí mismo. Pero nosotros tenemos la capacidad de decidir, es lo único en lo que podemos tomar poder, del resto.. se encarga nuestro corazón. 
Ella le necesita. Pero él a ella ya no. Ha encontrado en otros labios lo que en ella no había descubierto, en otros brazos lo que nunca pudo llegar a experimentar, se fue, igual que vino se acabo marchando. Y la dejó ahí, a merced del tiempo, un tiempo que la estaba consumiendo y apagando a ella poco a poco..  Que difícil es cuando uno de los dos ya no es correspondido, a veces nos gustaría vivir engañados pensando que todo está bien, dispuestos a todo solo por estar un minuto más, solo un minuto más.. 


miércoles, 23 de julio de 2014

SÍ puedes.

"No puedes hacerlo". ¿Cuántas veces hemos escuchado esas tres palabras a lo largo de nuestra vida? Algunas de ellas han sido pronunciadas por gente a la que supuestamente importabas o te quería, y otras por desconocidos, pero está claro que son las primeras las que te dejan marca. Cuando hay alguien que te quiere y te dice que no puedes hacer algo, automáticamente provoca que el autoestima caiga en picado. Piensas que nunca serás lo suficientemente bueno para esa persona, y mucho menos para cualquier extraño. Aun así, son los desconocidos los que te motivan a querer demostrar que puedes hacerlo. Y es la combinación esa de dolor y orgullo la que te hace enseñarles a todos que sí puedes, porque puedes hacerlo, todos podemos. 
No hay nadie que sea mejor que otro, todos tenemos debilidades, incluso la persona más fuerte o más inteligente, siempre flaqueamos en algo, aunque muchos no quieran reconocerlo ni darlos a conocer. Pero no te equivoques, no es mejor aquel que cree que es capaz de hacerlo todo sin el más mínimo esfuerzo, ni aquel que saca mejores notas sin la necesidad de estudiar, ni si quiera aquel que gana siempre haciendo trampas. No es la cantidad lo que cuenta. Lo que realmente cuenta son las gotas de sudor y esfuerzo, las lágrimas de lucha en el campo de batalla que has desprendido por llegar a ello. El camino no es el mismo para todos, y hay muchas maneras de llegar a él, pero no gana el que llega primero, si no el que lucha mejor. Tómate tu tiempo. No importa los minutos, horas, meses o años que tardes en conseguirlo, lo importante es alcanzarlo, no es mala la espera. La espera te hace saborear más la victoria, palpar más de ese trayecto y lograr la meta con una gran perspectiva del camino recorrido. 
No vuelvas a escuchar más a todos aquellos que dicen que no puedes hacerlo, date la oportunidad de intentarlo, de fracasar o de vencer, pero arriésgate. 
Y por último... no olvides esto: "Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. ¡Así que si quieres algo hazlo y punto!"


martes, 22 de julio de 2014

"Volveremos a encontrarnos"

Recuerdo perfectamente todo lo que sucedió aquel día. El termómetro marcaba una de las temperaturas más altas para esa noche en todo lo que llevábamos de verano, nada más ni nada menos que 38º teniendo en cuenta la humedad que había. 
Yo iba en el coche, a toda velocidad, estaba claro que a mi tío le encantaba sentir esa adrenalina en la carretera que ciertamente no era compatible con llevar un buen peinado y bien peinado, pero me gustaba sentir esa brisa de aire sobre mi pelo, alborotándolo y convirtiéndolo en algo mucho más realista y natural. Tampoco tenía porque estar guapa para nadie, yo era como era y no buscaba nada, lo que no sabía era lo que me iba a encontrar después. Sencillamente, solo asistía a una cena por compromiso. Eran las fiestas del pueblo de un amigo de mi tío y yo estaba de vacaciones con él, así que tenía que amoldarme. Pensé que me esperaría una noche aburrida y eterna, pero todos mis planes y mis esquemas se rompieron a pedazos cuando me presenté allí.
Llegamos al sitio y me pareció algo espectacular, pude ver una gran falla que dos días después quemarían, y muchas mesas, muchas, rodeadas por gente que hablaba y reía. Por un momento sentí que ninguna de esas personas tenía ningún problema, todas eran felices, o al menos eso parecía, y disfrutaban de aquel rato que la vida les había dejado para tomarse un respiro. Y me contagié. Me contagiaron su risa, sus ganas de reír y aprovechar el momento y eso hice. 
En la cena probé cosas que nunca habría pensado que sería capaz de probar, pero estaba experimentando cosas nuevas y eso hice. Me gustó. Me gustó sentir esos nuevos sabores para mi paladar y darme cuenta de que en el fondo no estaba tan mal. Ese atrevimiento me hizo sentir bien, capaz de eso y de mucho más.
Justo después, llegó el momento. Ese momento que puso divisorio de la noche que la partía en dos. La primera parte la llamé "vive" y la segunda.. aún sigo buscando un nombre. 
Giré mi cabeza 90º y vi a un chico. Desde ese momento me llamó la atención. Era moreno, más alto que yo y con unos ojos verdes que no podías dejar de mirar. Dos segundos más tarde él también lo hizo, era como si todo hubiese estado preparado y calculado para que en ese momento en especial nuestras miradas se encontrasen. Solo fuimos capaz de mirarnos durante unos segundos hasta que la sonrisa tímida que nos había producido ese encuentro nos obligó a apartarlas. Pude notar como un calor extraño pero familiar se apoderaba de mis mejillas y hacía que me estremeciese poco a poco, me sentía como una niña pequeña, una sensación que nunca antes había vivido. 
Durante toda la noche las miradas no cesaron, nos perseguíamos y se convirtió en un juego en el cual los dos nos habíamos quedado totalmente prendados y del que ninguno quería dejar de jugar. Yo no me cansaba de ver sus dientes alineados y su mirada pícara provocando la mía,si su objetivo era ponerme nerviosa os puedo asegurar que lo consiguió en cada una de las veces. 
Cuatro horas necesitamos para tomar el contacto, cuatro horas de provocaciones y de insinuaciones. Pero no fue lo suficientemente tarde. 
En un momento que yo estaba despistada bailando una mano se apoyó en mi hombro, yo no quería imaginarme que era él, pero al mismo tiempo deseaba que lo fuese. Contemplé su sonrisa de cerca como si no hubiese visto antes nada más maravilloso, sentí su colonia impregnándose en mi ropa, observé su pelo alborotado, al igual que el mío. Y se acercó a mi oído, como si fuese a decirme algo, pero no lo hizo. Y desapareció. 
Desapareció sin dejar rastro.. pero me quedé con la sensación de que volvería a verle, no podía estar más segura de ello.