La nuestra es una historia que no tiene prisa. Vivimos las cosas poco a poco, queremos saborear cada uno de los momentos que se nos brindan, cada gesto, cada mirada, cada sonrisa, aunque suene excesivamente cursi. Cada día que pasa el vínculo que nos une se va haciendo más fuerte y nosotros con él, incluso a veces ahora me atrevo a hablar contigo en primera persona del plural. Y no quiero dejar de hacerlo. Has hecho que sea irresistible pasar un día sin saber de ti, sin saber si estás bien o necesitas un poco de amor, es totalmente inevitable, la rutina más bonita que podría tener.
Porque sin darnos cuenta hemos ido creando algo que todavía no tiene nombre, que incluso aún no se ha demostrado con algo más que palabras, pero no me importa. Ahora estoy bien con lo que tenemos, y el día que tenga que venir algo más lo dejaré venir, pero no le obligaré a que tenga prisa por llegar.
Me gusta apoyar mi cabeza en tu hombro en esos momentos que mi cuerpo no puede más, y entonces encuentro el tuyo para refugiarme, como si no hubiese nada más cómodo que tú, porque para mí ya no lo hay. Adoro aquella noche en que sujetaste mi mano y se entrelazaron, y en ese momento sentí que había algo más, algo que no podía dejar de hacerse más y más grande. Te sentí cerca, más que antes. Sentí como respirabas entre mi cuello y mi pelo, cómo era el sonido de tu risa en mi oreja y me enganché aún más de ti.
Y así somos tu y yo, iguales, una persona con la que encajo perfectamente, que a veces a pesar del "poco" tiempo que nos conocemos sobran palabras, es la mitad de un puzzle que ni sabía que existía, es aquel tópico que le llaman "media naranja" y antes no creía en él, y de hecho, no sé si algún día, quizá hoy, quizá mañana o quizá en unos meses o años seamos algo más que un "tu y yo" y llegar a ser un auténtico nosotros.
En definitiva, contigo he encontrado todo lo que no sabía que estaba buscando.