Tarde. Siempre tarde. Da igual lo pronto que me levante, el tiempo que esté preparando las cosas para ser puntual, por muchos plannings que me haga (y no cumpla), y por mil agendas o recordatorios que pueda tener por toda la casa, no importa, nunca llego a la hora. Quizás sea una desastre y no tenga remedio. Quizás no esté lista para llegar a tiempo. Quizás lo mío sea llegar a nada.
Lo mismo pasó contigo, también llegué tarde a ti. No supe volver cuando debía, y cuando lo hice, fue tarde. Siempre tarde.
Llegué impuntual a tu amor, me perdí el instante en el que sonreíste, desaparecí cuando más cerca te tenía, olvidé ir cinco minutos antes a por ti cuando me necesitabas, no supe ponerme la alarma media hora antes de que te fueses (para siempre). Y fue así como vi la forma en que se desvanecieron tus "te quiero" al llegar y cómo éstos se marchaban contigo, sin mí.
Cansado de esperarme, creyendo que estaría a tiempo, que por una vez sabría dónde tenía que estar y te salvaría. Esperando a que no hiciese falta que yo fuese puntual porque yo nunca me habría ido.
Y no lo hice. Y me fui. Y no llegué a tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario